Los hechos de hace 110 años que nos cuentan la “Huelga de Rio Blanco” en Veracruz no distan mucho de nuestra realidad actual. Un 7 de enero de 1907, miles de obreros se manifestaban frente a la fábrica de hilados del poblado de RÃo Blanco en Veracruz. Durante las manifestaciones de repudio a las condiciones laborales, una gresca entre obreros molestos y empleados de la tienda de raya frente a la fábrica derivó en saqueos, incendios y la acción de la policÃa montada con ayuda de refuerzos federales a cargo del general Rosalindo MartÃnez, Secretario de Guerra de Porfirio DÃaz. La policÃa y el ejército accionaron sus armas de fuego contra los obreros, entre ellos mujeres y niños. Hubo ejecuciones y fusilamientos. El Saldo: una inexacta cantidad de muertos entre manifestantes y sus familias, pero que muchos aseguran fueron cientos.
Este hecho es considerado, junto con la Huelga de Cananea y la revolución de Valladolid, precursores de la Revolución Mexicana. Y sin embargo, muchas de las condiciones que propiciaron los sucesos de RÃo Blanco aún son notorios en nuestra sociedad mexicana.
El crecimiento e industrialización del paÃs contrastaba con las condiciones de trabajo de los obreros. Muchos de ellos, inspirados por los ideales de los hermanos Flores Magón, exigÃan condiciones de trabajo que se asemejaran a los logros obtenidos en el extranjero. Se vivÃan sueldos mÃseros, jornada de trabajo de 6 AM a 9 PM., 45 minutos de comida y el pago de los útiles que se rompieran. Además, los obreros cubrÃan sus necesidades comprando en las mismas tiendas que sus patrones o amigos de los patrones tenÃan en las fábricas: Las conocidas Tiendas de Raya. Algunas veces al obrero se le pagaba con vales que podrÃa canjear en las tiendas de Raya. El administrador y dueño de la tienda de RÃo Blanco los recibÃa a un menor costo.
Las condiciones empeoraron durante Noviembre de 1906, ya que con el pretexto del bajo costo del algodón, los productores redujeron el salario de los obreros. Ello derivó en huelgas en varios estados del paÃs, las de Tlaxcala y Puebla paralizaron para el 4 de Diciembre un aproximado de 41 fábricas.
El 7 de diciembre, un trabajador de nombre Abraham Trujillo proclamo por las calles de Rio Blanco la necesidad de una tercera revolución social (contando las Guerras de Reforma) para mejorar los derechos de los obreros textiles. Bajo un lema de “Dinero y Trabajo” comenzaron las protestas, pero aún no se llamaba a huelga. El Gobierno y los empresarios Textiles de la zona fueron enteraron que obreros de RÃo Blanco, a través la organización sindical “CÃrculo de Obreros Libres”, auxiliaban a sus compañeros huelguistas financieramente. Estos hechos llevaron a los dueños de la fábrica de Hilados a realizar un paro de labores patronal, conocido con el anglicismo de lock-out entre el 22 y 24 de Diciembre en toda la zona de Orizaba para presionar por medio de la necesidad a los obreros y cortar el apoyo financiero a los huelguistas. Por ello es incorrecto llamar Huelga a los hechos de RÃo Blanco, ya que el paro se trató de una decisión unilateral de los patrones de la fábrica de hilados y tejidos.
Los lÃderes del CÃrculo de Obreros Libres de la región solicitaron el arbitraje del Presidente Porfirio DÃaz, puesto que se encontraban casi 93 fábricas paralizadas en el paÃs y los trabajadores comenzaban a sufrir de hambre por la falta del cobro de sus sueldos y el retiro del apoyo de la zona de Orizaba. DÃaz expidió el 4 de Enero un laudo que ordenaba a los trabajadores a regresar a sus labores puntualmente el dÃa 7 de Enero de 1907, a cambio de mejoras para las condiciones de los obreros. Pero los cambios no serÃan inmediatos, pues se sujetarÃa en un principio a las mismas condiciones. Además, el laudo era claro al condicionar la libertad de expresión e información, ya que prohibÃa, entre otras cosas, leer periódicos subversivos que solo les distraÃa la mente. Y negarles también del derecho a huelga.
Por esas fechas, el general Rosalindo MartÃnez, Secretario de Guerra del gobierno de DÃaz avanzó a la región de Orizaba con dos mil elementos de las Fuerzas Federales con la orden expresa de intervenir en el conflicto en caso de presentarse problemas. Aparentemente la instrucción de Diaz hacia el General MartÃnez era buscar la confrontación. Para ello se cambió al jefe polÃtico de Orizaba Carlos Herrera por el Coronel Francisco Ruiz, ex-jefe de la gendarmerÃa de la Ciudad de México.
Los trabajadores de Rio Blanco regresaron a sus labores según la fecha pactada aproximadamente a las 5 de la mañana; sin embargo, los empleadores solo dejaron entrar a unos mecánicos, tejedores y albañiles. La mayorÃa de los empleados que quedaron fuera comenzaron a reclamar y algunos empezaron a apedrear el edificio. Los obreros querÃan trabajar; el hambre que habÃa traÃdo consigo el paro de labores los tenÃa muy molestos.
Frente a la fábrica de hilados se encontraba la tienda de Raya, propiedad del francés Victor GarcÃn. Según el relato de Ortiz Petricioli (1977) y Armando List (1935) un empleado de GarcÃn acudÃa entre la turba a entregar pan a la fábrica, un acto que los obreros tomaron como desafiante, debido al hambre reinante. De pronto alguien le tiró la bandeja y el empleado decidió regresar. Lo intentó de nuevo y obtuvo el mismo resultado. GarcÃn consideró que él y su negocio estaba en riesgo y decidió cerrarlo apresuradamente. Ante tal acción los obreros comenzaron a gritar que no eran ladrones. Sin embargo una ventana no fue cubierta y alguien la destrozó de una pedrada comenzando el saqueo de la tienda. Muchas personas estaban ya molestas con GarcÃn por la forma en la que recibÃa los vales y además por haberles negado créditos dÃas anteriores ante el hambre de la huelga. Es posible que quienes hayan destrozado la ventana lo hayan hecho con la intención de violentar las cosas.
Los elementos de la policÃa montada intentaron contenerlos sin éxito. La ira tomó a más manifestantes que fueron a las tiendas de Raya de Nogales y Santa Rosa (hoy Ciudad Mendoza) que eran propiedad también de GarcÃn. Además, en el camino cortaron cables de luz y algunos más tomaron la presidencia municipal, liberando algunos presos.
Las fuerzas federales llegaron de Orizaba y entre Nogales y Santa Rosa comenzaron a disparar. Los obreros trataron de refugiarse en el Palacio Municipal, donde habÃa ya otros obreros y sus familias, también ahà comenzaron los disparos. Se coincide en que fueron casi 800 vÃctimas. Los cadáveres se apilaron en plataformas de tren, que partió rumbo a Veracruz y donde finalmente fueron tirados al mar. Durante los dÃas siguientes continuaron los fusilamientos, entre ellos los dirigentes del CÃrculo de Obreros Libres de Santa Rosa, Rafael Moreno y Manuel Juárez que se realizó frente a las humeantes ruinas de la tienda de raya, para escarmiento de los obreros. Los federales revisaron muchas casas de obreros, y en todos aquellos donde se encontraban alimentos de la tienda de raya se fusilaba al instante. Se reportó un total de 5,512 trabajadores que reanudaron labores de 7,083 antes de los disturbios. La cifra faltante se calcula entre quienes murieron, huyeron o quedaron heridos.
Con los dÃas, las cosas volvieron a una relativa normalidad ante un secretismo periodÃstico del hecho por parte de los medios de la época. El cónsul de los Estados Unidos en la Ciudad de México telegrafió al asistente del Secretario de Estado, Robert Bacon, sobre la situación en RÃo Blanco. En el telegrama afirmaba que la situación era muy difÃcil y que los medios, patrocinados por el gobierno, tenÃan órdenes de no generar información de la situación tan grave que ocurrÃa.
Por su parte, el cónsul de los Estados Unidos en Veracruz, William W. Canada reportó que habrÃa cientos de muertos, y que la revuelta habÃa afectado en especial a los extranjeros. Cabe mencionar que el Cónsul Canada fue simpatizante en muchas ocasiones de que Estados Unidos interviniera militarmente a México y justificó las acciones como “asperas… para someter a estos nativos revoltosos”
Victor GarcÃn demandó al gobierno de DÃaz la indemnización por los daños a sus tiendas. Una versión de El Diario de España indicarÃa que GarcÃn tuvo ofrecimiento para iniciar de algún modo la rebelión de los obreros (Navarro 1957) y que los actos que llevaron a caos fueron provocados por el mismo gobierno. Como resultado la mayorÃa de los obreros regresaron a sus labores bajo las mismas condiciones que antes y ahora con el miedo a la represión del estado. Los actos violentos justificaron al porfirismo de descartar los derechos del Laudo. Se mantuvieron algunos meses las fuerzas federales por la zona y Porfirio DÃaz organizó un banquete para los dueños españoles de las fábricas a modo de disculpa. Aún con ello, la semilla revolucionaria estaba sembrada en personajes como Heriberto Jara y Camerino Z. Mendoza, quienes experimentaron en carne propia los hechos de RÃo Blanco.